29 agosto 2005

Por primera vez en la calle

Estación de tren de Atocha (Madrid). Llego a las 19 horas con mi maleta y mi guitarra. Como cada vez que entro desde hace algo más de un año, un escalofrío recorre mi cuerpo, y tengo un recuerdo para los casi de 200 asesinados un maldito 11 de Marzo.

También pienso en la canción que compuso Gonzalo sobre el atentado.

Queda una hora larga para que salga mi tren. La estación rebosa vida. Gente de varias nacionalidades y condiciones recorre el jardín interior admirando árboles, plantas y alguna tortuga.

Sé lo que quiero hacer. Busco un sitio un poco apartado. Va a ser sobre todo una toma de contacto.

Saco mi guitarra de su funda. Reluce. Se nota que su dueño la cuida. Me la cuelgo, pero me siento. Un grupo de transeúntes me observan con curiosidad mientras la afino. Supongo que les extraña que un joven aceptablemente bien vestido vaya a tocar ahí en medio...

Empiezo tímidamente con un "Rompeolas", de Loquillo. El punteo inicial sigue siendo mejorable, como siempre. Poco a poco me voy soltando y cantando y tocando más alto, con más pasión.

Ahora suena algo parecido a "Rock ´n roll star". Un tipo con pinta de Okupa me observa, lleva los pantalones destrozados. Me da la impresión de que se los ha roto él mismo a propósito.
Justo cuando canto "Me llenaré el cuerpo de anfetas y de alcohol" esnifa una rayita de polvo blanco que se ha hecho sobre su propio brazo. No me impacta. Sigo a mi bola casí riéndome por la coincidencia temporal de la canción y su "momento drogadicción".

Una chica me escucha cantar "Déjame" y se sienta a mi lado a fumarse un cigarro. Me alegra, pero me ahoga con el humo...
Otra sudamericana se para a escuchar "Con una estrella", de Ricardo Arjona. Está claro que le conoce...
Después es una niña pequeña la que obliga a sus padres a pararse, esta vez mientras hago lo que puedo con "El sabor de las cosas", de los Piratas. Supongo que fue más por la cara que puse y porque se me hicharía la vena del cuello que por la calidad de la interpretación.

Me dan ganas de levantarme, y moverme, incluso acercarme con la guitarra a la gente, pero dos cosas me lo impiden:

1º No quiero que me manguen la maleta y se me quede cara de gilipollas.

2º Es sólo un ensayo, una toma de contacto con "la calle" en un marco incomparable.

Una estación de trenes muy bonita y llena de gente de todo tipo y manera.

La próxima vez irá un poco más en serio. Aunque a lo tonto casi se me va el tren...

Es la vida.