09 mayo 2006

Amor en el infierno

Era el preso 16670 de Auschwitz. En mayo de 1941 fue arrestado y conducido al campo de Auschwitz. Existen varios testimonios de presos que hablan de cómo les daba esperanza y motivos para vivir cuando ya estaban pensando en suicidarse tirándose contra las alambradas electrificadas.
Devolvió la fé a muchos que la perdieron en medio de ese horror. Los testimonios conservados ponen la carne de gallina.

Cuando un preso lograba fugarse del campo de Auschwitz se hacía un sorteo y se elegían a 10 presos para morir de hambre en el "bunker de la muerte" como represalia.

Un dia de 1941 el bloque 14 salió a cosechar un campo de trigo, y en un descuido de los guardias, un preso logró fugarse. Al hacer el recuento por la tarde se descubrió la fuga y todos se echaron a temblar. Al dia siguiente les tuvieron todo el dia de pie al sol de agosto y tiraron sus raciones de comida por los desagües en su presencia. Un dia después a las 6 de la tarde hicieron formar al bloque 14 ante el comandante del campo, Fritsch, quien les comunicó que el fugitivo no habia sido hallado y que 10 de ellos iban a morir. Eligieron a dedo a 10 presos que sabían que era su final. Entonces el sargento Francisco Gajowniczek comenzó a decir sollozando: "¡Adiós, adiós , mi pobre esposa!.. ¡Adiós , mis hijitos, hijitos huérfanos!"

Cuentan los testigos, que entonces el preso 16670 dio un paso al frente, se quitó la gorra, y a la pregunta de "qué quiere este cerdo polaco" respondió lo siguiente señalando a Francisco Gajowniczec:
"Soy sacerdote católico polaco; soy anciano; quiero tomar su lugar, porque él tiene esposa e hijos...".
A nadie le hubiera extrañado que Fritsch hubiera condenado a los dos, pero aceptó el cambio en medio de la sorpresa general

Cada dia entraban en las celdas del bunker de la muerte a retirar a los fallecidos. En total había 20 presos (10 de anteriores castigos). Todos los testimonios dicen que el sacerdote nunca se quejó, que siempre animaba a sus compañeros y oraba con ellos. Al comenzar la 3ª semana entraron en la celda y vieron que sólo sobrevivía él con otros 3 presos. Entonces como necesitaban la celda para otros presos, llamaron al jefe de la enfermería para que les inyectara fenol en vena. El sacerdote ofreció su vena al verdugo mientras rezaba y murió a las 12:50 del 14 de Agosto de 1941 con 47 años.
En 1971 fue beatificado por el Papa PabloVI. A la ceremonia acudió aquel preso a quien salvó la vida, y en 1982 fue canonizado por Juan Pablo II.
Se llamaba Maksymilian Kolbe.

12 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Oye pegat, ¿si no hubiese sido católico y nadie le hubiese canonizado hubieras escrito también su crónica? Me parece que es tarea fácil para cualquier líder beatificar mártires en aras de enaltecer a su séquito. ¿Qué consiguió muriendo? ¿Se sabe que la otra familia sobreviviera? Lo dudo mucho.

Prefiero la historia de Schindler, contada por judíos, sobre un ciudadano alemán. Por otro lado, ¿cual fué la actuación exacta de la Iglesia Católica durante la invasión de Italia por el II Reicht? No sé lo suficiente sobre el tema, no podría hacerme pasar por profesor de historia, pero algo me dice que ninguno de vosotros se va a atrever a documentarse sobre el tema (y a documentarme a mí de paso)...

12:07 a. m.  
Blogger Pegat said...

Hay que ver que tontorrón llegas a ser. La crónica la hubiera escrito aunque el protagonista hubiera sido musulmán, budista, tibetano o de la Iglesia Adventista. Y efectivamente, el sargento al que salvó la vida vivió para contarlo. Si te tengo que explicar que no hay nada más generoso, valiente y valioso que dar la vida por otro es que te faltan unas cuantas cosas por aprender.

11:16 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Gracias por lo de tontorrón, seguro que me faltan muchas cosas por aprender. Entre otras, la de exaltar mi patrotismo eclesiástico publicando a los cuatro vientos una historia heroica entre las miles que existen en el mundo de la cual -por casualidad- el protagonista de la heroicidad sea un seguidor de mis creencias recien resucitado del olvido gracias a la visita de mi lider al lugar donde tuvo lugar la azaña, que por otro lado, si valiente e increible, no es nueva para ninguno, porque ya todos estamos lo suficientemente documentados, y porque ya existen miles de testimonios sobre heroicidades que sucedieron allí muchísimo más increibles que aquella que proclamamos al viento. Digamos que ese hombre fue un héroe, pero digamos también que en tu blog la palabra amor siempre viene acompañada de catolicismo, como si no pudiera existir una cosa sin la otra. Y todo esto, fijate, sin llamarle tontorrón a nadie. Pero es lo que tienes en un blog, que te encuentras con amigos tuyos que piensan diferente, y que, además, en vez de insultar son capaces de hacer critica razonada.

12:02 a. m.  
Blogger Pegat said...

Y sigues columpiandote. Mi visita a Auschwitz fue hace un mes, y esto lo escribí mucho antes de que fuera el Papa. Y me da repelús leer eso de "mi lider". Me recuerda a "mi führer". No te equivoques. Si tengo algún modelo no es el Papa. Ni este ni el anterior. Es Jesucristo. Lamento que te fastidie que en los lugares que visité fuera la demostración de amor al prójimo más llamativa con diferencia: cambiarle a otro el fatal destino de la muerte por inanición. Te reto a que me cuentes una historia más increible que esa. Y no me vale que te encante la peli de Schindler. El amor no es patrimonio exclusivo del cristiano, nunca he dicho nada parecido, y creo que más de una vez he dicho que los cristianos no somos mejores que nadie por creer en Dios. Por eso hubiera contado la misma historia aunque el tipo en cuestión hubiera sido comunista, o anarquista, o fascista, o nazi, o cualquier cosa. Creo que precisamente yo no soy sospechoso de extremista en ningún sentido. Tanto que criticas a Federico Jiménez Losantos, y CON RAZÓN, no te das cuenta de que muchas veces eres un Federico Jiménez Losantos de la izquierda. Buscas provocar, y a veces dudo si además buscas ofender de forma gratuita.

12:53 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Ok, pegat, sólo hacerte dos precisiones sin ánimo de convencerte pero con ánimo de que se me escuche:

1- no soy un Jiménez Losantos de izquierdas, porque ni promuevo las ideas de izquierdas, ni me identifico con ellas. Criticar a la derecha no significa ser de izquierdas forzosamente.

2- no quiero ofender a nadie, te recuerdo que aquí el único que ha puesto algún apelativo ha sido tú. Te ruego que no desvirtúes la verdad y que aceptes mis opiniones no como verdades, sino como opiniones alternativas a las tuyas. Si la realidad te ofende te pido que no la tomes conmigo por ejercer mi derecho a expresarme, sino a la realidad por no ser como a ti te la pintan.

Doy por cerrada esta ronda. Estoy cansado de exponer mi opinión alternativa, cuando un no-creyente se expresa libremente en seguida se le insulta.

3:00 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Se me olvidaba: tu líder es tu Papa, porque -según mi opinión- tú te sientes más feligrés de la iglesia católica que ciudadano. Por mucho que no te guste, él es el que habla ex-cátedra y el que dirige a los pastores de la iglesia, y ellos a su vez al resto, y todo por fe, por derecho divino, o sea, y nunca me cansaré de decirlo, por razones más allá de la razón, es decir, irracionales.

(etc...)

3:04 a. m.  
Blogger Pegat said...

Lo que tu digas Sanfos. (Ya paso)

4:04 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

normal (yo también, te dejo en paz)

7:38 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Es una historia real que ocurrio en el Campo de Auschwitz en Polonia. Visitar este campo y conocer sus historias es un privilegio para evitar olvidar la historia y repetir los mismos errores.

A mi el trasfondo religioso, en principio voy a pasar de comentarlo, sin embargo que una persona que sin necesitarlo haga este sacrificio dice mucho de esta persona. No fue el trabajo quien le hizo libre, sino su sacrificio.

Por cierto.. Franciszek Gajowniczek, el sustituido salio vivo de allí y desde que se pudo, volvió cada año a Auschwitz el 14 de agosto para recordar al hombre que murió por el en aquella fecha en 1941...

3:55 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

gracias deynon por los dats, váis a pensar que estoy enfermo, porque os copio aquí un artículo de opinión de el diario el país, sólo repito que es de opinión, que no tiene más importancia que eso, para el que le apetezca leer con espíritu crítico y conocer las opiniones de otros sobre el viaje de Benedicto a Auschwitz.

08-06-2006 "El histórico fracaso de Benedicto XVI en Auschwitz" por Daniel Jonah Goldhagen:

Algunos momentos concretos ofrecen a los políticos y los líderes religiosos las condiciones para dejar grabados gestos o pronunciamientos simbólicos en la conciencia histórica. En 1970, en una ceremonia de conmemoración, el canciller alemán, Willy Brandt, se postró espontáneamente de rodillas, claramente invadido por la emoción y el arrepentimiento (a pesar de que él había sido enemigo del nazismo), ante el monumento a la revuelta del gueto de Varsovia. Juan Pablo II, el primer Papa que visitó la sinagoga de Roma, en 1986, se dirigió a los judíos allí congregados en términos humildes e inolvidables, como "nuestros hermanos mayores".

El papa Benedicto XVI dispuso de un momento así el domingo 28 de mayo en Auschwitz. En estos tiempos en los que el presidente de Irán y otros están volviendo a negar la existencia del Holocausto, la visita de Benedicto, contemplada por todo el mundo, tuvo importancia histórica y política. Este Papa alemán confirmaba con su presencia y sus palabras la falsedad y la mentira que representa negar el Holocausto. Llegaba, dijo, para cumplir "un deber con la verdad y la justicia debida a todos los que aquí sufrieron". Sin embargo, lo que tuvo de bueno su vista a Auschwitz quedó anulado por el discurso que pronunció, que no mostró nada parecido ni a la sincera emoción de Brandt ni a la humildad de Juan Pablo, y que se apartó escandalosamente de lo que el propio Benedicto XVI ha llamado su obligación de decir la verdad. Por el contrario, el Papa emborronó la interpretación histórica, eludió la responsabilidad moral y rehuyó el deber político.

Benedicto exoneró injustamente a los alemanes de su responsabilidad en el Holocausto y atribuyó la culpa exclusivamente a "una banda de criminales" que "usaron y abusaron" del pueblo alemán, engañado y presionado, como "instrumento" de destrucción. Lo cierto es que los alemanes, en general, apoyaron la persecución de los judíos, y muchos de los cientos de miles que la llevaron a cabo eran ciudadanos corrientes que actuaban de buen grado. No se puede atribuir la culpa del Holocausto, por completo o incluso principalmente, a una "banda criminal". Ningún especialista alemán, ningún político alemán, se atrevería hoy a proponer el relato mitológico que hace Benedicto XVI del pasado.

El Papa sí dijo que "los gobernantes del Tercer Reich querían aplastar a todo el pueblo judío". Pero luego convirtió el Holocausto en un ataque fundamentalmente dirigido no contra los judíos sino contra el cristianismo, al afirmar, sin razón, que el motivo por el que los nazis deseaban matar a los judíos era, en definitiva, "arrancar la raíz esencial de la fe cristiana", es decir, que lo que les movió a matar judíos fue que el judaísmo era la religión de la que procedía el cristianismo. Como sabe cualquier historiador e incluso cualquiera que se moleste en estudiar un poco -y como los historiadores de la Iglesia suelen esforzarse en subrayar-, los criminales alemanes consideraban que los judíos eran una "raza" malévola y poderosa, una "raza", no un grupo religioso. Su deseo de aniquilar a los judíos no tenía nada que ver con el anticristianismo.

El hecho de que Benedicto XVI no dijera que los alemanes asesinaban judíos porque los odiaban encaja en su incapacidad general de afrontar la importancia histórica del Holocausto en el asesinato de masas alemán. Esta omisión rige su discurso de forma sutil y no tan sutil, como en su intención de no llamar al crimen ni Holocausto ni Shoah (Shoah lo incluyó en el último momento, cuando ya había repartido el texto), y en el dato de que la mención explícita de la matanza de judíos ocupase menos de 200 palabras en un discurso de casi 2.300, muchas de ellas dedicadas a la mencionada cristianización del Holocausto. Por supuesto, está muy bien reconocer y recordar que los alemanes asesinaron a otros pueblos, pero de los 1,1 millones de víctimas de Auschwitz, un millón fueron judíos. Y fue una fábrica de muerte diseñada específicamente para los judíos. Por el discurso de Benedicto XVI, nadie podría saber ese dato tan fundamental. Además, la manipulación histórica de Benedicto XVI para cristianizar el Holocausto es un escándalo moral porque oculta la realidad más inquietante sobre el papel de la Iglesia católica en este asunto: en toda Europa, las iglesias respaldaron de forma tácita y activa la persecución de los judíos. El papa Pío XII, los obispos alemanes, los obispos franceses, los jefes de la Iglesia polaca y otros: muchos líderes eclesiásticos, movidos por el antisemitismo, apoyaron o reclamaron la persecución de los judíos (aunque no su matanza). Algunos, como los dirigentes eslovacos y los sacerdotes croatas, llegaron a participar personalmente en los propios asesinatos de masas. Benedicto XVI eliminó y ocultó toda relación entre la Iglesia católica, el cristianismo y el Holocausto, un retroceso importante respecto a la postura que habían adoptado anteriormente Juan Pablo II y muchas iglesias católicas europeas. Por asombroso que parezca, Benedicto XVI entró en Auschwitz, cementerio de un millón de judíos, y no mencionó ni una sola vez el motor fundamental del Holocausto: el antisemitismo. Ni mucho menos el antisemitismo histórico del cristianismo, que durante siglos fue omnipresente en Europa y que culminó en el nazismo y el Holocausto. Independientemente de las diferencias entre el antisemitismo nazi y el caldo de cultivo antisemita del cristianismo, es el vínculo histórico y moral ineludible entre la Iglesia, los nazis y Auschwitz. Desde el Vaticano II, en 1965, la Iglesia ha condenado enérgicamente el antisemitismo y lo ha calificado de pecado. Y, sin embargo, Benedicto XVI, símbolo político y moral para un mundo expectante, permaneció despreocupadamente callado en Auschwitz en un momento en el que el peligro del antisemitismo está resurgiendo, sin pronunciar una sola palabra en su contra y sin recordar a la humanidad lo que ese mal había engendrado allí: una fábrica de muerte. Al final, Benedicto XVI se preguntó dónde estaba Dios. Una pregunta de clérigo. Pero la pregunta que brilló por su ausencia fue dónde estaba la Iglesia. Al apelar a los misterios de Dios, el Papa ocultó incluso uno de los aspectos de la conducta de la Iglesia y Pío XII de los que más se ha hablado siempre: por qué no dijeron nada. Por qué no hicieron algo más para ayudar a los judíos. Semejante evasiva no es la mejor forma de que un dirigente moral asuma su responsabilidad, ni mucho menos de cumplir con la obligación moral de la Iglesia del arrepentimiento y la reparación. En su breve papado, Benedicto XVI ha dado grandes muestras de buena voluntad para mejorar la actitud de la Iglesia respecto a los judíos de hoy. Pero al disimular el pasado -al exculpar a los criminales alemanes y a la Iglesia, al universalizar el Holocausto y al quitar importancia a su motivación puramente antijudía- ofrece al mundo una imagen que contrasta desfavorablemente con la de Juan Pablo II, que, en ocasiones similares, habló con franqueza y humildad y en el espíritu de una Iglesia dedicada a hacer reparaciones, y que se esforzó especialmente en advertir al mundo sobre los males del antisemitismo. Benedicto XVI ha dado un paso atrás en lo que la Iglesia católica había asumido en los años anteriores a su pasado: la necesidad de reconocer su papel en la propagación del antisemitismo y la persecución de los judíos; que muchos católicos, empujados por ese antisemitismo de la Iglesia, intervinieron en la persecución y matanza de los judíos; que la Iglesia debería haber hecho mucho más para ayudar al pueblo agredido. Y, sobre todo, que la Iglesia, como decía la declaración de los obispos franceses en 1997, debe confesar su 'pecado' y pronunciar 'palabras de arrepentimiento'. Sólo entonces tendrá derecho Benedicto XVI a pedir la reconciliación a las víctimas.

2:36 p. m.  
Blogger Pegat said...

Estoy bastante de acuerdo con la primera mitad del artículo, y con que debería preguntarse no tanto dónde estaba Dios -que estaba en personas como Kolbe, Schindler y algunos otros- sino dónde estaba la Iglesia.
De todas maneras creo que tb es un poco puntilloso. Le achaca más lo que no ha dicho que los errores en lo que sí ha dicho. Da la impresión de que hiciera lo que hiciera Ratzinger, algo iba a estar mal. Podría quedarse con que el 2º viaje del Papa ha sido a ese lugar, porque vaya donde vaya siempre tendrá equivocaciones u omisiones

10:04 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

sí, parece algo puntilloso, estoy de acuerdo.

un salut

8:36 p. m.  

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