29 noviembre 2006

Con cariño para mi abuelo

No sé si lograré terminar de escribir esto sin que las lágrimas se deslicen por mis mejillas, pero seguro que no está a la altura de lo que mi abuelo merece. Hoy el Padre le ha llamado a su lado. Ya no tenía sentido su sufrimiento.

Ha vivido 96 años plenos. Tuvo la inmensa suerte de encontrar a su media naranja para toda la vida y ha estado 65 años casado con ella, hasta que hoy la muerte les ha separado. Ha sido un ejemplo de amor, de entrega y de sacrificio. Lo ha dado todo por su mujer, por sus hijos, por sus nietos, y por sus biznietos.

El primer recuerdo que tengo de él era jugando al "no te escapas". Apenas andaba cuando él me cogía entre sus piernas y cerraba los ojos mientras decía "a que no te escapas, que no te escapas..." e iba aflojando las piernas para que yo me soltara, y luego para mi regocijo se hacía el sorprendido porque me había escapado.

Otra de las cosas que hacía que nos parecían a todos sus nietos graciosísimas era su particular gimnasia nocturna:

Todas las noches se sentaba en una silla y hacía los siguientes movimientos bautizados por nosotros: Decir que sí, decir que no, dudar, espantar caballos, molinos... Claro nosotros aprovechabamos a veces para hacerle preguntas con maldad aprovechando sus giros de cuello.

Y de repente un día Tiburcio entró en nuestras vidas. Tiburcio era un muñeco de papel que mi abuelo fabricaba con habilidad y rapidez increíbles y que hacía bailar como si tuviera vida propia con un sedal y un palo mientras los sobrinos y nietos alucinábamos con nuestro abuelo "mago".

Era muy cachondo verle siempre activo, con 80 años subido a una escalera, arreglando un farol, etc. Pero lo mejor era verle cómo se tiraba de cabeza a la piscina, algo que siguió haciendo durante años hasta que dejó de bañarse en ella porque el médico le prohibió tirarse, alegando que no tenía edad para acrobacias...

Recuerdo que al día siguiente de mi comunión fuimos a una pista de karts con algún primo para divertirnos un rato y un tipo con casco blanco que no había empezado con nosotros nos pegó la gran pasada. Por supuesto, era mi abuelo con 80 años imitando a Ascari, como decía él.

También recuerdo un ataque de risa que le dió tan brutal que creíamos que le iba a dar un yuyu. No recuerdo si fue por una broma de mi madre a mi tía con un teléfono del año de la tos que no funcionaba y al que mi madre supo sacar partido.

Otra cosa bestial que echaremos de menos era su labor como Rey Mago. Todos los años escribía una carta que firmaría el propio Jesucristo, y digna de "un rey Melchor" en la qu sobre todo hablaba de Jesús y de nosotros, para que no nos desviaramos del camino de la Fé, o por lo menos del ejemplo de Jesús y de su vida. Era como si de verdad hubieran venido los Reyes Magos, -aunque los regalos los hubieran comprado los de siempre-, y a más de uno se le encogía el corazón y se le saltaban las lágrimas.

Era hombre de pocas palabras y grandes gestos. No hablaba mucho, probablemente porque no le hacía mucha falta. Enseguida sabías lo que opinaba. Cuando algo le preocupaba o si sufría por algo era casi imposible enterarse. Siempre buscaba no ser objeto de molestia y sí ser fuente de amor, de generosidad, en definitiva de felicidad. Trató a todos sus semejantes como lo que él les consideraba, como hermanos.

Su obra y su legado son enormes, tanto en valores como en Fé y en ejemplo a seguir, y yo sólo espero ser digno de él, y que desde donde esté llegue a estar orgulloso y a identificar en mí valores que él me ha transmitido.

Abuelo, un beso gordo, y que descanses en paz con el Padre.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Lo siento Carlos. Descanse en Paz.

4:42 p. m.  

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